El ser humano tiene la capacidad de borrar el pasado, incluso bueno y más inmediato, cuando algo extraordinario le ocurre en el presente. No seré yo desde luego quien quite ningún mérito a lo que Diego Pablo Simeone está consiguiendo en el Atlético de Madrid en el último año y medio. Tres títulos como los conseguidos más un posible cuarto que sería la supercopa de España contra el todopoderoso Barcelona, harían desde luego acrecentar más la leyenda de este extraordinario entrenador.
Pero tengamos en cuenta el palmarés más reciente. Todo aficionado, jugador o dirigente dice que en los últimos 3 años se han conseguido 5 títulos. Y debemos analizar los dos títulos conseguidos con anterioridad a estos últimos. Pues bien, desde el año 1996 hasta el 2010 la sequía de títulos fue total, por no mencionar los dos años que pasamos en segunda división. ¿Y qué fue lo que cambió en ese bendito año del 2010? Pues sin duda, que el punto de inflexión fue el siguiente partido:
Ese encuentro fue un 14 de enero de 2010 contra el Recreativo de Huelva, después de haber recibido un 3-0 en contra en el partido de ida. Y para mí, el máximo responsable de esta gesta fue un entrenador llamado Quique Sánchez Flores que fue el iniciador de toda esta etapa prolífica en títulos de nuestro Atleti. Su palmarés al igual que el del Cholo, fue una Europa League más una supercopa de Europa ante el todopoderoso Inter de Milán, al cual, se le dio otro repaso como se hizo con el Chelsea. La única diferencia con la época actual fue la no consecución del título de Copa del Rey ante el Sevilla, que en mi opinión, fue debido a la semana llena de celebraciones por la victoria ante el Fulham después de 28 años sin conseguir un título europeo.
Desde aquí, quiero reivindicar la figura de Quique Sánchez Flores que tanto nos dio y que a pesar de salir por la puerta de atrás por desavenencias con algunos jugadores y la junta directiva actual, hizo que los Forlán, Agüero, Simao, Jurado o de Gea practicaran un fútbol vistoso y directo que hizo al equipo muy competitivo. Yo desde luego, no lo olvido.
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