Tuve la suerte de ir al último partido celebrado en el Vicente Calderón contra el Real Mallorca. Digamos que lo de menos fue el resultado porque la exhibición mostrada por el aficionado atlético fue para recordar. Se palpaba la emoción por el último título conseguido ante el eterno rival, la gente desbordaba un optimismo contagioso, sí, por fin el Calderón volvía a ser una gran fiesta.
Si hay algo que define a los buenos amigos del resto es el apoyo en los malos momentos. Y este público, este aficionado se crece ante la adversidad. Siendo también una afición muy exigente , le puede el sentimiento y apoya hasta la extenuación al equipo en los peores momentos. Y eso lógicamente el jugador lo agradece, no lo olvida y por eso hay tantos y tantos ejemplos de jugadores que han pasado por la ribera del Manzanares que se consideran atléticos de por vida. Podría hablar de los Futre, Caminero, Kiko, Pantic, Salva Ballesta, Forlán, Simao y otros muchos que sin admitirlo, lo sienten.
Volviendo al último partido disputado en el Calderón esta temporada, desde el primer minuto la grada no dejó de homenajear a cada uno de los héroes de la décima, diversos cánticos, pancartas, y como colofón, obligar a salir a los jugadores una vez terminado para corear de nuevo sus nombres y a algunos, hasta hacerles subir a la grada. Radamel Falcao fue sin duda el protagonista porque aunque los aficionados sabían que nos abandonaba por otro club, nunca dejarán de agradecerle lo mucho que ha aportado a la institución. El jugador, como no podía ser de otra forma, se emocionó.
Lástima que la historia se repita una vez más y tengamos que partir de cero en la búsqueda de otra estrella que nos vuelva a ilusionar. Es lo que tiene este equipo, todo muy efímero pero tan intenso y mágico.