¡Qué emoción se vivió el pasado domingo en el Vicente Calderón! Fueron 10 minutos mágicos donde el partido parecía perdido y de repente la jugada soñada: robo de balón en el centro del campo, combinación, línea de fondo, pase hacia atrás y gol. Para mayor satisfacción además de la parroquia colchonera, dos hombres cuestionados como eran Jackson Martínez y Vietto, protagonistas del empate y casi de la victoria.
Dicen las críticas periodísticas que una parte para cada equipo. Mentira. El choque fue desde el gol de Benzemá una constante del Atlético por remontarlo con Oblak de espectador privilegiado. Tiro cruzado de Correa y penalti fallado en el primer tiempo. Acoso y derribo en la segunda parte con un equipo de 600 millones de presupuesto atrincherado, donde el portero y medio centro fueron sus mejores hombres.
Y para mi sorpresa, veo que este partido ya hace cuestionar las estructuras del actual Real Madrid. Este duelo que según Arbeloa sería para el Atlético el más importante del año, a fe que lo era, aunque para los jugadores y afición madridista como se está demostrando.
Tremenda paradoja ésta. Una final de Champions ganada de aquella forma (con falta incluida de Bale a Juanfran en el salto de Ramos), un gol en los últimos minutos de los cuartos de la pasada Champions ante 10 jugadores, siguen sin ser suficientes para contrarrestar la fuerza de un entrenador llamado Diego Pablo Simeone que sigue celebrando los goles durante tantos y tantos choques desde aquella final de Copa del Rey en 2013 ganada por los Costa, Falcao y compañía tan brillantemente, convirtiéndonos por cierto, en ese rival digno para derbi decente que tanto se deseaba en Chamartín.
El Atlético sigue muy vivo y a tiro de piedra de Madrid y Barça. Esto promete.
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